Regresó el tren... ante una cantidad impresionante de asistentes, se inició esta presentación esperada, el actor Luis Alberto García pidió
este domingo a una multitud congregada en el centro cultural El Sauce, medio
minuto de silencio en reverencia a un grande. “Juan Formell es un genio musical
y su muerte nos sorprendió, como la de Benny Moré y la de Arsenio Rodríguez”,
dijo García, conductor de un popular espacio en esa locación habanera.
Un auditorio diverso en edades y procedencias,
espontáneamente acogió la idea del protagonista de Clandestinos y La vida es
silbar, películas que han marcado a generaciones de cubanos.
En el lateral izquierdo del escenario de El Sauce se
ubicaron dos objetos que habitualmente utilizaba el líder de los Van Van en sus
presentaciones: el bajo y su micrófono. Parecía que ambos esperaban por su
dueño, ese mismo que tuvo la genial idea de crear, el 4 de diciembre de 1969,
una orquesta que revolucionó el panorama de la música popular bailable, por la
fuerza renovadora de su melodía y la cubanía de sus textos.
Permiso que llegó Van Van marcó la arrancada de un concierto
dedicado a las madres cubanas y en el que Formell no estaba físicamente, pero
todos sabían que gravitaba en cada acorde de sus muchachos. Y apenas unos pocos
detalles diferenciaron esa actuación de las anteriores de la agrupación con su
director. Fue la primera sin él, el tema opening no fue La Maquinaria –tan
habitual en las últimas presentaciones… Dos sutiles cambios también eran
visibles: el pianista Roberto Carlos Rodríguez (Cucurucho), ya no estaba, en su
lugar vimos un nuevo instrumentista que todos llamaban Pacho; y observamos cómo
hubo un trabajo previo de selección del repertorio que cada cantante debía
interpretar, aunque esto último es un trabajo que, de seguro, ya Formell
llevaba de la mano.
Me sorprendió la renovada candencia melódica del denominado
Popurrí, las palabras emotivas de cada vocalista sobre su fundador, la “bomba”
con que Juan Carlos, hijo mayor de Formell, tocó Sandunguera (Por encima del
nivel), y esa maestría con que su hermano Samuel asumió este, su primer día
como comandante de una tropa, cuya obra forma parte de la identidad de los
cubanos.
Juan Carlos, emocionado, tomó el micrófono de su padre y
agradeció al público y a las instituciones culturales del país, por las
muestras de cariño hacia Juan Formell pues, como destacó, “su música tiene un
nombre: el pueblo de Cuba”.
Dramatúrgicamente este fue un concierto en el que el bailador
pudo disfrutar de números claves dentro del historial del grupo, pertenecientes
a los años 80 y 90 del pasado siglo. Así se disfrutaron de Este amor que se
muere, Todo se acabó, ¡Ay Dios, ampárame!, y Anda, ven y quiéreme, entre otros.
Fue Ven, ven, ven el ejemplo para ilustrar que Van Van sigue
latiendo y de qué manera. La admiración de sus miembros hacia Juan Formell será
eterna y la mejor muestra de respeto hacia él es continuar su legado.
Justo en el estribillo de ese número, el cantante Robertón
Hernández cedió su micrófono a Elito Revé, líder del Charangón, quien ideó un
coro pegajoso y con mucho ingenio: Formell está con nosotros, hay Van Van pa’
rato.
Porque la leyenda continúa y para perpetuarla, los miembros
del “tren” de la música popular bailable han decidido llamarse Juan Formell y
los Van Van.
(On Cuba . Foto: Roberto Ruiz)