sábado, 26 de marzo de 2011

PAN CON TIMBA…¿SOMOS O NO SOMOS?


Por Marcos Alfonso
La Habana, Cuba.- Del cubano se ha dicho que es único e irrepetible. También lo podrían ser los filipinos, suizos, esquimales, congoleses, en fin, todo es según del color del cristal con el cual se mire.No es chovinismo, lo aseguro.
Pero en la personalidad del nativo en esta Isla, y que me disculpen los científicos, se encierran genes venidos de otras latitudes, además de los autóctonos, por supuesto.
Don Fernando Ortíz calificó nuestra nacionalidad de ajiaco (indios, africanos, españoles... en menor medida ingleses, estadounidenses o franceses, para no englobar a otras naciones que estoy convencido aportaron su granito de arena a nuestra ingesta genética).
Desde la forma de vestir, bailar, crear, hablar... hasta de llevar la vida. Para nadie es secreto: el cubano en los momentos de mayor tensión, cualesquiera que sean, siempre tiene el chiste de ocasión o la sonrisa sedante, incluso ante la muerte.
Recordemos la Canción del Sainete Póstumo, de Rubén Martínez Villena, poema en el cual retrata su velatorio: "Brotará la hilarante virtud del disparate/ o la sencilla anécdota llena de perversión/ y las apetecidas tazas de chocolate/ serán sabrosas pausas en la conversación".
Pero lo que ocupa este comentario es la encuesta llegada a mis manos por un colega residente en el exterior y cuyo sugerente título: "Test de ciudadanía cubana", en tanto broma de buen gusto, nos pone a prueba en los conocimientos de saber a ciencia cierta cuánto nos conocemos. O, como dicen algunos religiosos de origen africano: ¡Somos o no somos!Arranca el cuestionario: ¿Qué le pasó a Chacumbele?, ¿De quién era el bidet?, ¿A quién tumbó la mula?, ¿Qué le sucede al niño que no llora? ¿Quién camina así?... y otra longaniza de preguntas hasta llegar a 67. Incluso, de acuerdo a las respuestas, somos categorizados.Desde luego se trata de cosas autóctonas, típicas y diría exclusivas de esta tierra.
Por ejemplo: el cubano no baila, echa un pie; la yerba santa sirve para la garganta; el gallo de Morón se quedó sin plumas y cacareando; la mujer es jeva; el hombre, tipo; el niño, chama. Cuando alguien hace algo bueno, o malo: ¡le dio la patá a la lata!El pan con guayaba, no es tal, sino pan con timba. Cuando se corre se echa un patín. Quienes peinan canas, aunque sean jóvenes, son puros. El muerto al hoyo y el vivo al pollo. ¿Quién paga la culpa de todo?, en infeliz totí. Cuando alguna persona fallece: cuelga el sable, guinda el piojo, fue tafia...
Eso sí, el relajo debe ser con orden.¿Cómo ha llegado a suceder? Es cosa de magos y pitonisas. Podrían existir por miles las explicaciones y tratados que desentrañen el misterio. Pero, como sentenció Melquíades en Cien años de soledad: "La ciencia ha eliminado las distancias". Ahora existen los tratados sobre el habla popular, los modismos, refranes, pregones y hasta motes que tipifican la idiosincrasia de cualquier pueblo del planeta.
Sin embargo, para sustentar el concepto inicial de esta suerte de ajiaco periodístico: basta con montar en guagua, visitar cualquier parque y su peña cultural o deportiva, andar por los barrios de las ciudades o adentrarse en los rescoldos de las familias. Ahí están las raíces. Lo otro, los por qué, es solo de disponer de tiempo y hurgar. Para eso también estamos hechos los cubanos.Dígase Cuba, y se hablará de la exclusividad y lo irrepetible de quienes colmamos esta ínsula de poemas e historias, estirpe de generaciones universales de las cuales nacieron los hijos que, a lo largo de cinco centurias y algo más han escrito historias, contadas o no, pero integradoras de esas siete letras que nos distinguen.

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